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Módulo 1
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Módulo 1: Equidad de género
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Diferencias sexuales, desigualdades sociales

Segregación sexual vertical y horizontal

Cuando las mujeres entran al sistema laboral tienen que enfrentarse a una estructura masculina, que privilegia el trabajo productivo y dificulta su compatibilidad con las otras esferas de la vida como el trabajo reproductivo, el ocio y la participación política. Por su parte los hombres, encuentran dificultades para vivir una vida no reducida a lo laboral y participar en condiciones equitativas en el trabajo reproductivo.

Diversos estudios realizados sobre el tema del empleo muestran que, a pesar de que las mujeres en los últimos años han aumentado notablemente su presencia en el mundo laboral, sus recorridos laborales son diferentes a los de sus colegas hombres y la discriminación que sufren afecta sus carreras laborales, además de condicionar sus opciones en la vida privada.

La segregación sexual del trabajo implica un acceso diferencial entre hombres y mujeres a ocupaciones y puestos de trabajo, ramas y categorías ocupacionales. Constituye un factor determinante de la calidad del empleo femenino y de su evolución, al mismo tiempo que afecta la relación con el trabajo reproductivo, el ocio y la participación ciudadana.

Son variadas las formas de segregación que las mujeres encuentran en su vida laboral. Hablamos de segregación horizontal en el trabajo cuando se refiere a las dificultades de las personas en acceder a determinadas profesiones. Se verifica en la predominancia de las mujeres hacia los sectores tradicionales feminizados y la dificultad de las mujeres para acceder a cargos generalmente estipulados como “masculinos”. Aunque sea menos frecuente, también los hombres encuentran dificultades en el acceso a profesiones, cargos u ocupaciones considerados como típicamente femeninos, como enfermería, auxiliares administrativos o ser reconocidos como amos de casa.

En particular las mujeres son frecuentemente afectadas por la segregación vertical en el trabajo, o sea, las dificultades que tienen para poder desarrollarse profesionalmente. Son conocidas las desigualdades que limitan que la mujer ocupe puestos con poder decisorio, así como las condiciones laborales que las afectan: son las que trabajan más a tiempo parcial o en formas laborales de flexibilidad o jornada continuada y el salario femenino, para el mismo cargo y las mismas funciones, es frecuentemente más bajo que el salario masculino.

La discriminación de género que existe en el trabajo productivo, tanto a nivel horizontal como vertical, se ve todavía más acentuada con la pertenencia a algún grupo étnico o religioso diferente de lo referente tradicional europeo y español en particular. El origen, la religión y el color de la piel siguen limitando la posibilidad de acceso y progresión en el trabajo. Al cruzar género, trabajo y etnia, se evidencia aún más que las desigualdades que afectan a las mujeres, que ocupan el último y más bajo escalón socioeconómico, la pobreza tiene rostro de mujer.